No tengas miedo
Como superar el temor a la muerte
¿Tienes miedo a morir? ¿Conoces a alguien que lo tenga? ¿Te has preguntado alguna vez cómo sobreviviría a la pérdida de alguien a quien amas? De una forma consciente o no, toda expresión de vida se ve afectada tarde o temprano por la muerte y, en consecuencia, toda persona tiene que enfrentarse con estas cuestiones en uno u otro momento de su vida. Precisamente por eso he escrito este libro.
No podemos evitar la muerte. Se cierne como una sombra sobre las vidas de todos. Ahora vivimos más tiempo de lo que vivieron nuestros abuelos, estamos mejor alimentados, perdemos a menos recién nacidos, las vacunas nos protegen de epidemias otrora tan temidas, los hospitales dotados de alta tecnología salvan a pacientes necesitados de un nuevo riñón o de otro corazón, pero seguimos siendo mortales. Y aunque hayamos tenido tanto éxito en protegernos de las plagas que diezmaron a generaciones anteriores, tampoco nos faltan nuestras propias plagas, desde el suicidio, el aborto, el divorcio y la adicción a las drogas, hasta el racismo, la pobreza, la violencia y el militarismo. Según ha dicho Juan Pablo II, vivimos en una cultura de la muerte.
También es una cultura del temor. Por temor a la vejez, ocultamos a nuestros ancianos en residencias geriátricas. Por temor a la delincuencia, nos protegemos con armas y puertas blindadas. Por temor a la gente que no tiene nuestro mismo aspecto o que no gana tanto como nosotros, nos instalamos a vivir en zonas residenciales «protegidas». Por temor a otras naciones, imponemos sanciones y lanzamos bombas. Ahora, empezamos incluso a sentir miedo por nuestra propia descendencia, convertimos las escuelas en prisiones virtuales y nuestras prisiones en campos de concentración y en morgues. A todas éstas se pueden añadir varias ansiedades más, que impulsan a millones de personas hacia la distracción, al menos en el momento de escribir esto: el terrorismo, la guerra biológica y los aviones que caen del cielo. Tal como demuestran las historias aquí narradas, en Dios se encuentra consuelo y fortaleza, incluso para el alma más angustia.
Está claro que cuando una persona muere, la eternidad llama a su puerta. Pero ¿llama también a la puerta de cada uno de nosotros, en cada ocasión? Eso no es nada difícil de imaginar si somos ancianos o nos sentimos enfermos, pero ya resulta mucho más difícil de concebir para aquellos de nosotros que disfrutamos de buena salud o que nos encontramos en lo mejor de nuestra vida. Entonces es mucho más probable que veamos la muerte como algo negativo y que la alejemos de nuestro pensamiento como un recordatorio indeseable de que no todo sueño de vida duradera y feliz se hace realidad. Pero aunque alejemos ese pensamiento de nuestra mente, al levantarnos cada mañana nunca podemos saber si nos quedan todavía décadas de vida o únicamente días.
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