Mark Zuckerberg, fundador de la red social Facebook. -(Efe)@J. Mendiola - 15/09/2010
Huidizo, poco amigo de las apariciones en público y fiel a sus costumbres, Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, ha sido ‘cazado’ por la afilada pluma de The New Yorker. Nacido hace 26 años en la localidad neoyorkina de White Plains, y descendiente de judíos, amasa una de las mayores fortunas del sector. En su edición de octubre, Vanity Fair no ha dudado en situarle como el número uno en el new establishment, por delante de personajes de la relevancia de Steve Jobs, el tándem de Google o Rupert Murdoch.
En un artículo firmado por Julian Vargas, el semanario neoyorkino ha conseguido una de las escasísimas entrevistas que ha concedido el atípico líder. Facebook y Wikipedia son de las pocas fuentes disponibles para conocer el perfil de este esquivo personaje, que no tiene reparos en reconocer que se siente incómodo en actos públicos. Así, una presentación a la que asistió en California, Zuckerberg recorría nervioso el pasillo minutos antes de su intervención. “No te gustan este tipo de actos ¿verdad?”, le preguntó uno de los organizadores. Un lacónico “no”, aclaró las cosas y dejó en evidencia la ‘fobia’ social, ironías de la vida, del fundador de la mayor red social del planeta.
Defensor de su privacidad a ultranza, el joven, siempre ataviado con sus chancletas, con las que ha creado escuela entre los propios empleados de la casa, resulta como un imán para los medios, que se abalanzan sobre los escasos pero jugosos detalles del día a día de Zuckerberg. El carismático líder no tiene televisor en casa y no le duele prendas en reconocer los errores fruto de su inmadurez.
Así, en su expediente pesa como una losa uno de los incidentes que más han recorrido la Red: allá por 2006, cuando Facebook era sólo un proyecto con futuro, Zuckerberg intercambió unos mensajes con un amigo que más tarde lastrarían su reputación. Como consecuencia de una causa judicial abierta contra su persona, estos mensajes fueron filtrados a la prensa y describen al imberbe líder como una persona fría y con oscuras intenciones. “Tengo los correos y fotos de 4.000 personas de Harvard, si los quieres me los pides”, escribió. “Lo siento mucho”, reconocería en la entrevista, “he madurado y he aprendido de los errores”.
¿Un ‘daltónico con suerte’?
Con un frío carácter y una personalidad poco comunicativa, Zuckerberg es blanco fácil para los dardos envenados que algunos no dudan en lanzar. Así, Hollywood no ha tenido piedad a la hora de describir al joven Zuck. La película The Social Network, que versa sobre el nacimiento de Facebook y que verá la luz en octubre, no parece que vaya a tener piedad con nuestro personaje. Basada en el libro Accidental Billionaries, la historia dibuja un Zuckerberg asocial, oportunista y que amasó una fortuna fruto del azar.
Aaron Sorkin, guionista de la película, se defiende: “La película no es un ataque contra Zuckerberg”, en la cual el protagonista “aparece una 1 hora y 55 minutos como antihéroe, y los 5 últimos minutos como trágico héroe”. Mark Zuckerberg, que es daltónico por cierto (de ahí que Facebook sea azul), ha declarado que no está contento con la película, y no tanto por su contenido, sino porque le vuelva a situar en el foco de atención: “No me gusta que hagan una película sobre mí mientras sigo con vida”, declaró.
Sin embargo, la imagen fría y distante de Zuckerberg choca frontalmente con una realidad que Microsoft ha vivido en propias carnes: Zuck adora su producto (“mi niño”, como él dice), por encima de todas las cosas. No es que tenga, evidentemente problemas de patrimonio, pero no le ha temblado el pulso a la hora de rechazar millonarias ofertas por hacerse con la red social.
Los de Redmond y Yahoo conocen bien el asunto. Precisamente, Terry Semel, ex-CEO del buscador, asistió a uno de los desplantes del atípico personaje. “Nunca he conocido a nadie -con independencia de su edad- que rechace sin pestañear una oferta de mil millones de dólares”. Imaginen la escena: la plana mayor de Yahoo y su cohorte de abogados, todos con la boca abierta, mientras un joven con acné enfundado en sus chancletas abandona la sala sin dar un solo síntoma de nerviosismo, o incluso de darle una vuelta al asunto. “No es una cuestión de dinero”, declararía más tarde, “es mi niño y quiero verlo crecer”.
http://www.elconfidencial.com/tecnologia/timido-odiado-daltonico-20100915.html